4)
Y
si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente
allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que
se sentiría feliz del cambio y que los compadecería?
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Por cierto.
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Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y
de las recompensas para aquel que con mayor agudeza divisara las
sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para el que
mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y
cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar
lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y
envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquéllos? ¿O más
bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y «preferiría ser un
labrador que fuera siervo de un hombre pobre» o soportar cualquier
otra cosa, antes que volver a su anterior modo de opinar y a aquella
vida?
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Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que
soportar aquella vida.
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Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio
asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al
llegar repentinamente del sol?
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Sin duda.
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Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua
competencia con aquellos que han conservado en todo momento las
cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a
ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se
expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber
subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni
siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si
intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían,
si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo?
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Seguramente.